Temazo

miércoles, 29 de abril de 2015

Enfermos crónicos

Todos hemos escuchado alguna vez cuando alguien fallece la expresión “vaya… nunca había tenido ni un resfriado, y ahora…”. Y es que hay gente que parece que son inmunes a cualquier tipo de enfermedad o lesión, personas que cuando se habla de “baja médica” les parece que se está hablando en sánscrito. Esos superhombres y supermujeres pasan los inviernos sin siquiera estornudar, pueden practicar cualquier deporte con la confianza en sus cuerpos de goma y ya pueden beber alquitrán que no les va a sentar nada mal. Son, simplemente, superhéroes.

Por otro lado, nos encontramos con un tipo de personas que el día que nos dejen diremos “demasiado ha durado”. Son personas que tienen en casa más medicinas que una farmacia, que ya pueden llevar ropa de abrigo para sobrevivir a una noche siberiana que como sople una rachita de viento se ponen malos, gente que se puede hacer un esguince poniéndose las zapatillas deportivas, de esos que están más tiempo de baja que trabajando y que cuando van a un restaurante exótico ya están pensando en dejar el día siguiente libre porque se lo van a pasar en el baño. Este tipo de personas son como el señor Burns, que si sobreviven es por el Síndrome de los Tres Chiflados: tienen tantas enfermedades que se estorban las unas a las otras. 


Siempre se dice que uno no puede quejarse porque siempre hay alguien que lo está pasando peor que tú. Y en mi caso está claro que no puedo quejarme porque no he pasado ninguna enfermedad grave ni he sufrido accidente de gravedad alguno. Pero si para este tipo de personas se dice que les ha mirado un tuerto, yo creo que a mí, cuando menos, me está acechando uno.

Siempre me he preguntado por qué no seré del Atleti, ya que mi adolescencia la pasé siendo conocido como “el pupas”, con las muletas como unas extremidades más a las que tener en cuenta, ya que llegué a perder la cuenta del número de esguinces que tuve (algunos por motivos muy inverosímiles), además de alguna fisura o fractura. Vaya, que parecía que mis huesos eran mondadientes. Aparte de que siempre he sido el típico que siempre está resfriado.


En los últimos años he sufrido con los problemas renales hasta el punto de tener tantos cólicos nefríticos que ya me tomaba los Nolotiles como Lacasitos. La situación llegó al punto de que cualquier mínima molestia lumbar me ponía en alerta y ya podían ser gases que yo ya estaba a mitad de camino del Clínico.


Pues bien, llevo una temporada sin tener lesiones graves o sin que me den cólicos nefríticos, pero en la última semana: una fascitis plantar que no me deja andar, el otro día me abrí la cabeza bajando una persiana, tengo molestias en los riñones que me hacen orinar sangre (este es mi día a día), anoche me rasqué un lunar y la sangre me caía a borbotones por la cabeza, hoy he roto una puerta de cristal y el cristal (en punta y de grandes dimensiones) ha pasado rozándome la barriga… En definitiva, que no me puedo quejar porque en líneas generales estoy bien y soy feliz, pero lo que está claro es que de mí nunca podrán decir eso de “nunca tuvo ni un resfriado”. ¡Salud!


miércoles, 22 de abril de 2015

Fútbol, ya no te quiero tanto

Esta noche es una de esas noches que todos los aficionados al fútbol ansiamos. Vamos a presenciar, en teoría, un choque de titanes entre dos equipos que se tienen ganas. Los enamorados del fútbol somos así. Llevo todo el día esperando que lleguen las 20:45 para poder ver ese partido (y eso que no soy de ninguno de los dos equipos) para poder disfrutar de la tensión y la emoción de ese juego en el que los jugadores deberían dejarse todo en el terreno de juego.

Pero mi amor por el fútbol no vive su momento más dulce. Es como cuando se te cae la venda de los ojos con una persona a las que has idolatrado ciegamente. Hay quien pueda pensar que me he aburrido de ver a veintidós personas (hombres o mujeres, le pese a quien le pese) persiguiendo una pelotita para meterla dentro de una portería. No es ese el caso. Y eso que en la liga española parece que están haciendo lo imposible para que nuestra liga sea la más aburrida del mundo con eso de favorecer siempre a los dos grandes (económica y administrativamente). Pero vaya, que si te aburres de una liga siempre puedes ver otra. Así que el caso no es que me haya aburrido del juego en sí.


El problema viene de todo lo que sobrepasa las líneas del césped. El fútbol seguramente sea el deporte que más gente mueve a nivel mundial y está claro que cuantas más manzanas compres, más probabilidades hay de que te toque un gusano, pero es que el fútbol se está convirtiendo en un compendio de gusanos, víboras y demás seres indeseables. Para empezar, el fútbol, al mover tanta gente, se ha convertido en un negocio del que algunos se están lucrando sin siquiera saber que el balón es redondo. Muchísima gente de las que mueven el  mundo del fútbol están ahí no por amor al mismo, sino para llenarse los bolsillos aunque esto suponga reventar este bello deporte. En este sentido supongo que no soy el único que ve una clara semejanza con el mundo de la política, donde algunos (demasiados) van a robar en lugar de ayudar.


Aun así, mi desencanto con el fútbol viene por otros derroteros: los aficionados. Vale , ya sé que la morralla que hay en el fútbol siempre ha estado ahí y siempre será reemplazada por otra, pero yo abrí los ojos tarde. La gota que colmó el vaso llegó la temporada pasada en un partido Málaga-Osasuna, al que asistieron aproximadamente unos cincuenta aficionados pamplonicas. La media de edad de dichos aficionados era alta, con matrimonios en su mayoría y ninguna gana de armar follón. Pues bien, antes de empezar el partido, desde la sección de la Rosaleda donde se ubican los Malaka Hinchas (aficionados que se llenan la boca diciendo que ellos van a animar a su equipo) se empezaron a escuchar cánticos que decían: “Todos a una: puta Osasuna”. ¿Qué pensarían esos aficionados que habían venido desde Pamplona para disfrutar de un partido de fúbol? ¿Qué pensarían aquellos niños que iban al fútbol por primera vez? ¿Qué pensarían esos (pocos) padres responsables que iban con sus hijos e hijas?


Tristemente, nos hemos acostumbrado a la violencia (física y verbal) en el fútbol. Hay quienes dicen que eso entra dentro del fútbol, que no se puede controlar o que tampoco es para tanto… ¿Y por qué en otros deportes no pasa? ¿Por qué en otros deportes sí que se controla? A estas preguntas habría que añadir otras más concretas como: ¿Por qué se sigue pasando la mano con la venta de alcohol en campos de fútbol base? ¿Por qué no se persigue y expulsa a aquellas personas que insultan en un campo de fútbol? ¿Por qué permitimos que algunos padres tengan miedo o vergüenza de llevar a sus hijos a jugar al fútbol? ¿Por qué se sigue corriendo el velo de la violencia física en el deporte donde hay peleas entre aficiones que ponen en peligro la integridad física de terceros?


En definitiva, sigo enamorado del fútbol, pero en la tele se ve más tranquilito, sin que te echen el humo del tabaco, sin tener que escuchar tantos insultos y sin tener que temer por tu físico. Que disfrutéis del partido.

miércoles, 15 de abril de 2015

Regalos

    Una de las noticias del día hace mención al fugaz encuentro que han tenido nuestro rey Felipe VI y Pablo Iglesias, líder de Podemos. El señor Iglesias se ha saltado el protocolo en un acto que unos considerarán cercano y otros maleducado para poder regalar al monarca una recopilación de capítulos de la serie “Juego de Tronos”. Más allá de la pullita que este gesto suponía hacia la monarquía (Pablo Iglesias es un confeso republicano), yo quisiera centrarme en la cara que se le queda al rey Felipe VI cuando Iglesias le da el regalo, con cara de “porque tengo que guardar las apariencias, que si no...”. Y es que a Felipe se le ha quedado la misma cara que cuando te regalan por tu cumpleaños algo que no te gusta o no entiendes, como cuando te regalan algo de ropa que no te pondrías ni en una fiesta de disfraces o un libro que estás deseando que vaya acompañado de tiquet regalo para poder descambiarlo.

    Y es que hay momentos en que es mejor no regalar nada antes que regalar algo que va a suponer un rotundo fracaso. Cuando yo era pequeño, en el día de la Primera Comunión a todos los niños (o casi) les regalaban las mismas cosas. Era como si todos los comerciantes de la época se hubiesen puesto de acuerdo para encasquetar stock sobrante: “Oye, ¿qué hacemos con estos relojes Casio que nadie quiere?” “Mmmm... Vamos a decir que son un regalo ideal para la Primera Comunión”. Estaba el regalar el reloj Casio, el libro de firmas, la maquinita del Tetris, el estuche con bolis o plumas... Tal vez hubiese otros niños que recibiesen regalos más generosos, pero en mi entorno los regalos eran calcados. Siempre estaba el típico niño ricachón que recibía regalos extravagantes o que recibía una cantidad de dinero desorbitada, pero eso eran excepciones puntuales.

    En el mundillo de los regalos nos encontramos con varios binomios como: a los fáciles de regalar – a los difíciles de regalar; a los que le gustan los regalos – a los que no le hacen ilusión los regalos; a los que le gusta comprar – los que odian tener que ir a comprar.

    Respecto al primer binomio, todos tenemos amigos, familia o pareja a los que no ha llegado aun su cumpleaños (Navidad u otra festividad) y ya sabemos lo que le vamos a comprar, en plan “Esto es muy (nombre de esa persona)”. Hay gente que sabemos cómo visten mejor que ellos mismos, gente a la que identificamos con tiendas determinadas, gente con la que podemos ser muy creativos sin miedo a equivocarnos. ¡Y luego tenemos gente a la que no tenemos ni la menor idea de qué regalarles! Y como vayas acompañado a comprar siempre salen los típicos “¿Le compramos esto?”, mientras que tú estás pensando “Esto te gusta a ti, no a él/ella...”. En estas ocasiones hay gente (volvemos a los binomios) a los que le entran ataques de ansiedad, que recorren millones de tiendas, que preguntan hasta a sus tíos de Kentucky para saber qué pueden regalar a esa personas... Y, por otro lado, estamos los que pasamos del tema y decimos “si le compre lo que le compre hay un alto riesgo de equivocarme... Le compro lo que sea y si no le gusta que lo descambie”. Y es que hay gente que cuando te da un regalo ya se les huele a la legua, cuando no has abierto la bolsa y ya te están diciendo dónde puedes descambiarlo con el tiquet regalo en la mano y que confirmas tus sospechas cuando comrpuebas que ni se han parado a buscar la ropa de tu talla.

El siguiente binomio distingue habla de aquellas personas que no pueden esperar a que acabe la cena para poder abrir los regalos, esas personas a las que ya puedes regalarles un peo en un frasco que les va a hacer ilusión, pues son felices con cualquier cosa y disfrutan hasta el orgasmo desde el mismo momento en que empiezan a romper el papel de regalo. Por el contrario, nos encontramos con gente a las que ya puedes regalarles un coche, un viaje al Caribe, las entradas para el concierto de su grupo favorito que creía agotadas o la misma Luna que... Te van a responder con un escueto “gracias” mientras su cara no va a reflejar emoción alguna. Son de estas personas a las que dan ganas de quitarle el regalo o rompérselo en la cabeza, gente que piensas que son descorteses, desagradecidos o, simplemente, unos cabrones, pero lo único que les pasa es que son menos expresivos que Jon Nieve.

    Por último, distinguiremos entre aquellas personas que están deseando que llegue un cumpleaños para poder ir a comprar regalos, lo cual puede deberse a varios motivos entre los cuales están: hace meses que sabes lo que vas a comprar a esa persona y estás deseando hacerle feliz; quieres ir de compras para fijarte más en lo que te vas a comprar que en lo que le vas a comprar; vas a comprar en menos de media hora, pero es la excusa perfecta para tomarse algo después. Y luego estamos los que odiamos tener que comprar un regalo, no por indiferencia hacia la persona a la que se le va a hacer el regalo, sino simplemente porque ir de compras, dar mil vueltas por distintas tiendas, aguantar colas, comparar precios y buscar/acertar tallas suponen para ti un auténtico vía crucis y estás deseando decirle a alguien “¿vas a comprar algo para Fulanito? Cuenta conmigo”, pero ese “cuenta conmigo” no implica acompañarte a comprar, sino darte el dinero y que tú tengas que comerte la cabeza.


    En definitiva, si odias ir de compras para buscar un regalo, te aconsejo que vayas a tiro fijo y sin moverte del sofá de casa: compra los regalos online. Eso sí, primero échale un vistazo a mi post anterior, no vaya a ser que te vuelvas un shopaholic online ;)

miércoles, 8 de abril de 2015

Shopaholic online

Nuestros amigos los anglosajones tienen un término específico para aquellas personas que son adictas a las compras: "shopaholics". Vaya, que te meten en el mismo saco a los adictos a las drogas, los adictos al alcohol y los adictos a las compras.
No hay que ser muy avispado para darse cuenta de que la adicción a las compras no suponen una merma en el aspecto físico como puede pasar con otro tipo de adicciones. Es decir, que por muy adicto a las compras que seas, esto nunca te va a suponer parecerte al Walking Dead de Belén Esteban, como pasa con los yonkis y los borrachos extremos.


La adicción a las compras no es algo nuevo. En la medida de los bolsillos de cada uno, siempre ha habido personas que han tirado la casa por la ventana con las compras, que se han sentido como Julia Roberts en Pretty Woman y que han dejado la tarjeta de crédito más desgastada que el ombligo de un Borbón de tanto rascarlo. Todos conocemos a alguien que no ha cobrado todavía un sueldo cuando ya lo tiene entero (y más) dividido entre compras del Bershka, del H&M, del Primark, del Pull&Bear, etc... Yo creo que hay gente que sería más feliz si les pagasen con tarjetas de regalo del Zara que con dinero en efectivo, pues así se ahorrarían el sentimiento de culpa que pesa cuando se pasa la tarjeta de crédito o ves en la caja lo que te has gastado...

Pero la adicción a las compras está viviendo un auge espectacular debido a las compras online. Hasta no hace mucho la gente se resistía mucho a comprar por Internet por el miedo a timos, a que no te quede bien lo que compras o que no te llegue lo que has comprado. Pero es cada día todas esas barreras se van superando gracias al boca a boca ("yo he comprado ahí y me ha llegado bien"), al PayPal, al ahínco de los comercios online de hacer notar su eficacia y su confianza...


Esto ha supuesto una apertura de barreras para que la gente se lance al mundo de las compras online sin grandes miedos, comprando todo lo que pillan sin necesidad de que lo que compran lo vayan a usar alguna vez en sus vidas, cargando sus carritos (online) de artículos que realmente no necesitan y que suponen que veamos al de Seur (u otra compañía) como alguien más de la familia que ya nos tutea y nos saca tema de conversación: "¿Hoy qué toca, Aliexpress, Buyincoins, Zalando...?". Yo estoy planteándome para estas navidades comprarle algo al cartero y cuando me entregue el paquete decirle "No, no. Si este es para ti".

En definitiva, que hemos pasado de estar demasiado encorsetados con las compras online temiendo que alguien liquide los ahorros de nuestra vida, a un despiporre total en el que vamos de web en web comprando sin control alguno. Ahí es donde debe entrar en juego la razón, el sentido común y la madurez necesaria para diferenciar un capricho esporádico de una rutina que puede convertirnos en un "shopaholic online". Si os sabéis el número de vuestra tarjeta de crédito de memoria, entonces tenéis un problema.


PD: Hola, me llamo Dani y soy adicto a las compras online

miércoles, 25 de marzo de 2015

¿Alfonso X sigue reinando?

Esta semana resuena la noticia de que el actual gobierno nacional está planeando una bajada del IVA en algunos sectores como las peluquerías, los cosméticos y los toros. Lo primero que llama la atención es el hecho de que este gobierno pretenda caer en gracia bajando, en año electoral, unos impuestos que ellos mismos habían subido con anterioridad. Es decir, que te agarro por el cuello hasta dejarte casi asfixiado y luego pretendo caerte bien por el simple hecho de dejar de apretarte cuando ya estás más azul que un pitufo.

Pero ahora pasemos a hablar del tema que de verdad me interesa: los toros. En teoría, la reducción del IVA de “los toros” no sería algo aleatorio, sino como consecuencia directa del demandado descenso del IVA cultural, que pasaría del 21% al 10%, ya que, según los defensores de la tauromaquia, discriminar a “la Fiesta” en este descenso del IVA sería vulnerar la Ley 18/2013.

¿Y qué es la Ley 18/2013? Es la “Ley para la regulación de la Tauromaquia como patrimonio cultural”. Exacto, en el año 2013, se creó una ley exclusivamente para decir que torturar hasta la muerte a un toro es algo cultural y artístico. Para ello, dicha ley se acoge al hecho de que desde tiempos de Alfonso X, ya en el siglo XIII, la tauromaquia está regulada en nuestro país… Eso es lo que se llama un argumento demoledor… Es como si yo ahora digo que las luchas de gladiadores a muerte, que la esclavitud, la lapidación o la crucifixión son prácticas que se llevaban a cabo hace cientos de años en nuestra tierra y que, por ende, deben ser reconocidas como algo propio de nuestra cultura. Cualquier día de estos sacan un Real Decreto para poner MYHYV en los recreos de colegios "porque lo ve mucha gente"...

De verdad, que lo mire como lo mire no le veo yo lo cultural y artístico a lancear a un toro, clavarle banderillas y acabar atravesándole el bulbo raquídeo de un certero espadazo… O de veintiocho, según la destreza del diestro de turno. Todo ello ante la atenta mirada, los vítores y el fervor de gente que paga por ver morir a un animal que nada les ha hecho y nada les haría. ¡Ah! Por cierto… ¡Que los niños y niñas pueden entrar sin problemas a tan lindo espectáculo! ¿Qué más dará si los niños se vuelven insensibles al maltrato de otro ser? ¿Qué más dará si luego apedrean gatos, abandonan perros o atacan a otros animales indefensos? El que me diga que maltratar animales no es de ser un sádico es que tiene un problema de perspectiva. Y el toreo, amigos míos, es maltratar animales, aunque una ley diga que es como ver un cuadro de Van Gogh o escuchar una pieza de Beethoven.

Por cierto, sí que como carne animal, pero eso no quiere decir que disfrute de la muerte de los animales. Si me pasase como en la película “¡Viven!” también comería carne humana para sobrevivir, pero eso no quiere decir que pensase juegos divertidos para matar y descuartizar a alguno de mis compañeros de vuelo.




PD: Querido diario: hasta la fecha no se han vivido nuevos incidentes con los vecinos fumadores. Creo que he comprado las bombas fétidas para nada… 

miércoles, 18 de marzo de 2015

Tu libertad termina donde empieza la mía

Hoy estoy un poco cabreado. En concreto, estoy cabreado con mis vecinos de arriba y de abajo. Así, entre la espada y la pared, como un sándwich, atacado por ambos frentes, como una virgen en un trío con senegaleses. Y es que cuando he ido a recoger la ropa que estaba en el tendedero he descubierto que… ¡Ambos vecinos son fumadores!

A priori, el que mis vecinos de arriba y abajo sean fumadores no debería ser más que algo anecdótico como que tengan un perro o que les guste comer croquetas de roquefort. El problema es que son fumadores irrespetuosos, una especie que, lejos de estar en peligro de extinción, abunda en demasía. En este caso, me encuentro con el hecho de que la ropa que he tendido está llena de cenizas del vecino de arriba y con un fuerte olor a tabaco por la humareda que suelta el de abajo. Vaya, que mi ropa huele como si en vez de suavizante hubiese usado los restos de un cenicero.

Hay mucha gente que se acoge a dos razones para justificar el coñazo que dan con el tabaco: que ellos se hacen lo que quieren y que hay que comprender su adicción.

En primer lugar, hay que poner de manifiesto que con sus vidas que hagan lo que les salga del ombligo, pero obviar que perjudican a los demás es de tener los huevos tan grandes que debieran meter el pene bajo tierra como si fuese un avestruz. “Es que yo echo el humo para el otro lado”. Amigo mío, el humo es tan incontrolado como una meada masculina después de una noche loca de sexo. Personalmente, el humo del tabaco me recuerda al siguiente fragmento de la obra “Cien años de soledad”:

"Un hilo de sangre salió por debajo de la puerta, atravesó la sala, salió a la calle, siguió en un curso directo por los andenes disparejos, descendió escalinatas y subió pretiles, pasó de largo por la Calle de los Turcos, dobló una esquina a la derecha y otra a la izquierda, volteó en ángulo recto frente a la casa de los Buendía, pasó por debajo de la puerta cerrada, atravesó la sala de visitas pegado a las paredes para no manchar los tapices, siguió por la otra sala, eludió en una curva amplia la mesa del comedor, avanzó por el comedor de las begonias y pasó sin ser visto por debajo de la silla de Amaranta que daba una lección de aritmética a Aureliano José, y se metió por el granero y apareció en la cocina donde Úrsula se disponía a partir treinta y seis huevos para el pan"
"Cien años de soledad" por Gabriel García Márquez

Luego está el decir “¡pues más contaminan los coches!”. Claro, pero es que normalmente no acostumbro a comer con el tubo de escape de un coche echando humo sentado junto a mí. No voy a entrar a valorar si el tabaco merma vuestra capacidad pulmonar o vuestras carteras, sino que voy a decir tres grandes verdades del tabaco para con los demás: El tabaco perjudica. El tabaco molesta. El tabaco apesta.

Respecto al tema de la adicción, hay que señalar que el ser fumador no es algo innato, ni genético. Uno es fumador porque le ha dado la gana. Porque pese a que les repitieron cien millones de veces que era adictivo, ellos decidieron convertirse en fumadores.

¿Qué pensarían si alguien que come pipas le escupiese las cáscaras a la cara? ¿Qué sentirían si alguien que se ha revolcado en estiércol se sentase junto a ellos? ¿Qué sentirían si alguien les tirase arena a los ojos? Pues así me siento yo cuando alguien fuma cerca de mí sin pensar en que cerca hay una persona que está siendo puteada por su “incontrolable” adicción.




PD: ¡Viva la ley antitabaco! 

miércoles, 11 de marzo de 2015

Cuerpos vacíos

Llevo varios días dándole vueltas a una idea en mi cabeza: ¿cuánto tiempo le dedicamos a potenciar nuestras destrezas sociales?


Porque hay gente que se pasa horas y horas cultivando el cuerpo en el gimnasio. ¿No os pasa que vayáis a la hora que vayáis al gimnasio hay gente que siempre está allí? Yo creo que la tarjeta de entrada les ha caducado y para no tener que renovarla se quedan dentro y ya está. Son personas que comen (barritas, fruta, batidos…) y se duchan en el gimnasio. El que duerman allí lo dejo en duda porque, obviamente, a esas horas no estoy en el gimnasio. Son personas que tienen un cuerpo diez, pero que no escribirían bien Schopenhauer ni calcándolo en una ventana. Y es que no hay que confundir el cuidado del cuerpo con el culto al cuerpo.


Pues bien, si se dedican tantas horas (¡y dinero!) al cuidado del cuerpo, ¿por qué no le dedicamos más tiempo a potenciar otras virtudes? Porque, seamos francos, cuando hay que interactuar con otras personas se ponen en la mesa de juego nuestras virtudes: amabilidad, educación, tener temas de conversación, ser divertido, empatía, saber escuchar… Todo esto es lo que ofrecemos a otras personas cuando tratamos con ellas. Y si nos quitamos todo esto, entonces es cuando queda nuestro físico. Digamos que el físico es lo más llamativo, es como el equipo de Oliver y Benji cuando llega Oliver, que él es una máquina y los demás son unos mataos.


¿Sería un poco tonto que hubiese un gimnasio para aprender a ser mejor persona, no? Pero al final la fórmula es muy parecida: sacrificio, constancia, dedicación… Se puede entrenar ser mejor persona de una forma muy sencilla pero que a algunos puede costarles mucho trabajo: dejar de pensar en nosotros mismos.Y los resultados son excelentes, porque dejando de pensar en nosotros mismos es como más recibimos, ya que las sonrisas son como los bostezos, de un contagio infinito.


Hay pequeñas fórmulas que todos conocemos pero a las que no prestamos demasiada atención:

  • Para ser amable: pregunta a tus amigos cómo están sin esperar a que tengan que explotar, ten detalles espontáneos que les saquen una sonrisa.  
  • Para ser educado no escatimes a la hora de dar las gracias, ya que hay un millón de formas de dar las gracias y cuánto más emotiva sea tu opción, mejor será. 
  • Si quieres tener temas de conversación: lee, investiga, debate, reduce tus dosis de videoconsola y telebasura y, en definitiva, ábrete al mundo. 
  • Hay tres cosas que siempre se pueden hacer para tratar de ser divertido: dejarse la vergüenza en casa, confiar en uno mismo y reírte de ti mismo.

Como conclusión, está claro que siempre será mejor tener al lado personas con quien poder hablar, que se preocupen por ti y te hagan reír antes que tener un cacho de carne (perfectamente definida o no), pero más singracia que unas palomitas sin sal. Podéis elegir entre comeros la hamburguesa completa o un par de ingredientes solo. ¡Buena suerte al elegir de quien os rodeáis!



PD: Probad a mandar unos cuantos mensajes a amigos no porque necesitéis algo, sino por si ell@s necesitan algo   ;)